martes, 3 de julio de 2012

En el Fin del Mundo


No hay dudas que los viajes enriquecen. Uno observa , aprende de otras gentes y realidades. Compara y valora lo que tiene, y lo que otros tienen. La verdad es que en mi historia personal los viajes han sido pocos , por propia elección . Hoy estoy lejos de mi paisaje, recorriendo tierras lejanas. Sin tratar de interpretar otras realidades, solo con la mirada de un viajero curioso y nada más que eso, he sentido  admiración por la inteligencia y el tesón del ser humano para enfrentar adversidades y desafiar la naturaleza. Parece increíble que allí donde la aridez domina, donde el viento no perdona y todo se lo lleva, perduren los sueños de los que no se rinden. Así el hombre es capaz de hacer reverdecer  el paisaje y levantar emprendimientos que parecen desafiar la lógica, o por lo menos la lógica de quienes venimos de verdes praderas regadas por la magia del universo. Visité la Bodega del Fin del Mundo y NQN, en Neuquén. En tierras en las que parecería una utopía producir , se arman infraestructuras de riego, y donde no había más que algunos arbustos, las viñas se hacen lugar, comprometiendo otras inversiones  industriales para desarrollar un vino de calidad que luego se exporta a todo el mundo.  Así es que nos asombramos, 


vamos de esto 

  a esto 






y luego a esto.






 Quinientas personas trabajando en la bodega, y proyectos en  marcha desafiando los tiempos. Esto es lo que me parecía importante compartir, un comentario de un viajero curioso que viene del verde húmedo al  marrón seco.